martes, 19 de marzo de 2013

Lo Imposible y las circunstancias de Bayona.


"Lo imposible"...

Es que Bayona haya satisfecho las expectativas y que esta película de catástrofes pueda mirar sin complejos y con aires de victoria a las maquinas de desintegrar millones de dólares a las que Hollywood nos tiene acostumbrados. Si otras propuestas españolas con aspiraciones internacionales podían parecer asfixiadas y encorsetadas en ajustados presupuestos, esta idea -nunca- pasará por la cabeza del espectador de "Lo imposible". Y al mérito de este compendio de ingenios técnicos, hay que sumar la iconografía de un Bayona inspirado, que nos graba a fuego decenas de imágenes y desliza con destreza poderosos juegos de planificación. El armazón que sostiene el conjunto es el modélico guión de Sergio G. Sánchez, cuidadoso, casado con las necesidades de un producto internacional, inteligente y contextualizado.

"Y sus circunstancias"...

Que no son otras que el cine actual. En palabras de Rodrigo Cortés, "Es más sensato mover las fichas, que discutir el tablero". El tablero es aquel en el que cierto tipo de productos cinematográficos han tomado el control, mientras las películas medianas mueren aplastadas por los grandes estudios. O muy pequeñas, o muy grandes. Y las películas grandes están ligadas a un modo y una forma que el gran público presupone. El escritor Andrés Barbas, durante un coloquio reciente con Rodrigo Cortés, se giro hacia él, y dijo "ya no se podría hacer "Fitzcarraldo", ¿verdad?" Y Cortés le dio la razón. Ya no. Al menos hoy no. "La historia del cine es pendular, quién sabe más adelante", concluyó con elocuencia el director de "Luces Rojas".

El juego es ahora más exigente, requiere que jóvenes directores deslicen sus ideas en productos capaces de competir, con unos códigos acordes al gran público. Ese es el tablero. "Lo imposible" no es perfecta (aunque raya a un nivel anormal para el estándar de las últimas películas de catástrofes), pero la perfección es, desde luego, lo menos importante en esta épica empresa. 

jueves, 14 de marzo de 2013

Blancanieves de Berger es de las grandes


La industria europea, y ahora la española, nos ha devuelto esa visión inocente que, como el niño protagonista del clásico Cinema Paradiso, contempla la imagen sabiendo apreciar la calidad artística que hay en ella y no sólo sus incorporaciones informáticas. Pablo Berger ha situado su película en la sección oficial del 60 aniversario de este festival internacional con la pretensión de sacarla por la puerta grande en los Òscars. Recupera el espíritu y la tradición española para colocarlos de fondo en esta historia que tanto protagonismo ha tenido este último año con las múltiples adaptaciones.

En la película, prima la plasmación del alma andaluz y nos evoca un cálido recuerdo por todo lo tradicional. Gracias a que la cinta es muda, se explora el potencial interpretativo, mucho más real que teatrero, ya que los clásicos, al carecer de palabras, veían la necesidad de expresarlo todo mediante el movimiento; sin embargo, en esta película vemos la magia de la dirección de actores y la importancia que tiene la mirada y la emoción en un simple silencio; por eso, el director optó por utilizar planos que acercasen más al drama y en donde se pudiera expresar todo.

La narración nos enlaza la historia del torero con la de su hija; nos mueve por el camino que ha seguido cada uno y así descubrimos ese espíritu luchador y cálido en ambos personajes, que insisten con determinación en alcanzar el mismo sueño y en la defensa de unos valores. Carmen García en los últimos años ha demostrado también su talento delante de las cámaras (El Internado, Amar en tiempos revueltos, High School Musical). Su presencia en escena cobra fuerza debido a que otorga a sus personajes sencillez y sinceridad, pero sobretodo, demuestra una pasión interpretativa.

Maribel Verdú, quien lleva la fuerza del drama en la cinta, ganó el Premio Goya, el Premio Nacional de Cinematografía en España y el Premio Ariel en México, lo que la convierte en un símbolo nacional en el ámbito cinematográfico. El personaje de la madrastra encarna la pura contradicción de Blancanieves; frente a dulzura, vemos frialdad; en el amor que demuestra Blancanieves, Encarna nos enseña el odio… Ambos personajes, el protagonista y el antagonista, se complementan, al igual que no puede existir el Mal sin el Bien. No hay duda de que, en esta cinta, la mujer es la protagonista; aunque el papel del padre aporta calidez y ternura, el apoyo familiar que Blancanieves necesita para seguir adelante.

Es interesante la mezcla que hace de cuentos clásicos (Pulgarcito, Cenicienta…) y cabe aplaudir cómo mantiene la base fija en la ficción de los Grimm a través de detalles concretos que remarcan la identidad de cada uno de los personajes y su similitud con los de la obra clásica. Sin duda, Blancanieves de Pablo Berger va marcar un antes y un después en el cine español, pues conduce nuestra producción a explorar unos niveles que sólo se habían atrevido alcanzar algunas realizaciones europeas y además, lo aborda con éxito, pudiendo obtener un notable resultado en los Oscars de este año.

martes, 12 de marzo de 2013

Si vas a Sevilla... Grupo 7



Unos años antes de la Expo de Sevilla, las drogas dominaban el centro de la ciudad. La policía era incapaz de frenar el auge de camellos y consumidores, lo cual daría muy mala imagen a la ciudad de cara a la exposición universal. Pero ahí estaba el “Grupo 7” para acabar con todo ese narcotráfico.

La nueva película de Alberto Rodríguez es un drama policíaco centrado en las acciones de ese “Grupo 7”, una división de la policía encargada de atrapar a todo aquel relacionado con el mundo de las drogas. El joven e íntegro Ángel (Mario Casas) se une a ellos y se encontrará con una realidad cruda porque los policías utilizan unos métodos cuestionables: violencia, insultos, poco respeto.

Lo que nos plantea la película, a nivel psicológico, es el cambio de actitud de los protagonistas. Tanto el de Ángel, en su descenso a una moralidad dudosa, como el de Rafael (Antonio de la Torre), un hombre sin escrúpulos, asqueado de la vida, con el fantasma de su hermano drogadicto rondándole y que verá en una joven la posibilidad de la redención. Ambos cambios están dibujados sin mucho esmero porque no se muestra la evolución de sus caracteres, simplemente, cambian, como de forma repentina. Y es el espectador quien tiene que hilvanar en su cabeza cómo han llegado a ser, en la actualidad, Ángel y Rafael. Porque el público sabrá cuando pasan los años al verlo en los carteles a modo de intertítulos (mientras vemos, de fondo, cómo se va poniendo guapa Sevilla de cara a la Expo con esas imágenes de archivo) que tan torpemente inserta el director de la película. Falla en ese diseño de personajes tan pobre.

La fotografía y la iluminación presentan una ciudad sucia, fea, empobrecida, cuya alma se ha vendido al infierno de las drogas. Personajes pintorescos como La Caoba o el soplón, otros más chungos como el jefe de la mafia organizada; toda una rica fauna con la que lidiar y de la que no se saca todo el jugo necesario.
El ritmo de la narración es el adecuado. Pausado, sin altibajos, y sin prisas. Para que el espectador se meta y siga la trama sin complicaciones, para que se entretenga sin grandes esfuerzos.

No quedarán muchas escenas para el recuerdo en esta película. Bueno, una al menos sí, aunque para mal. Esa en la que Mario Casas empuña su arma al cielo y clama “shomohs el gupo sete”. Sí, dice algo así. Ya podrían darle lecciones de dicción. Muy mono, muy mono, pero este papel le queda grande. ¿Alguien se lo cree como padre de familia? 

domingo, 10 de marzo de 2013

El Artista y la Modelo



Entre el artista y el objeto retratado se establece una relación especial. Cuando el artista es un pintor o escultor y el objeto retratado es un ser humano, esta relación es todavía mayor, pues pasan muchas horas durante muchos días juntos y a veces, como ocurre en este film, en situaciones poco comunes, como el de la modelo que posa desnuda, como es el caso de la película de Trueba, pues el cuerpo desnudo de la mujer es para el protagonista del film la prueba suficiente de la existencia de Dios. ¿Quién podría negárselo?

Lo que Trueba nos hace ver con su obra es que esa relación no es ni sexual ni profesional; puede ir más allá y llegar a ser puramente artística, por lo menos en este film. El artista crea el objeto a partir de su modelo; en cierto modo esculpe a su modelo convirtiéndola para siempre en otra cosa, y la modelo se siente creada o si queremos refundada. Después de esta experiencia ya no serán los mismos, ni el creador ni el creado.

La verdad es que Trueba ha conseguido un buen e instructivo film, que nos enseña cosas que no sabíamos, al menos yo. Y lo hace también consiguiendo que ese desnudo casi permanente de Aida Folch nos sea para los que miramos también de alguna forma artístico y no meramente sensual. A esto ayuda una estupenda Aida Folch, poseedora de un cuerpo bello pero no escultural, valga la paradoja y casi la broma. Contribuye a ello también la elección del blanco y negro en la fotografía, que hace que el cuerpo de Aída tenga una relevancia menor que la que tendría en color. Estupendo también Jean Rochefort en una de las que casi seguro será una de sus últimas películas.

Si he dicho que es un film instructivo es porque Fernado Trueba, hermano de escultor, se ha preocupado de enseñarnos todo el proceso creativo: la elección de la modelo, la asunción de esta de su papel, los interminables bocetos en papel buscando la idea, los bocetos de arcilla en miniatura, la realización de la obra en tamaño natural. Lástima que se obvie la transformación de esa obra en mármol, pero al parecer se considera en este caso que no forma parte del proceso creador, cosa cuanto menos discutible. No quiero acabar sin señalar la estupenda ambientación de esa Francia ocupada, en un pueblo casi fronterizo con España que invitaría a su visita, si no fuera porque es el resumen de otros muchos